Igual que en una competición deportiva, siempre quieres que gane el tuyo, el festival de Eurovisión debería concebirse como un concurso al que acudir con la intención de quedar lo mejor posible. Ya sabemos que lograrlo es difícil, pero da la sensación de que ni siquiera se confía en quedar de los primeros.
Lo de menos es la posición sino el lugar en el que queda el artista, que es quien se la juega. Recordemos la travesía del desierto que tuvo que atravesar Remedios Amaya, a quien se linchó durante años. A Patricia Kraus, que se la tragó la tierra. También a Lucía Pérez, que tuvo que defender una infumable ‘Que me quiten lo bailao’. A Las Ketchup, que venían de un éxito mundial con su ‘Aserejé’ y nunca más se supo.
Y el paradigma del fracaso fue el pobre Manel Navarro. Podría haberse convertido en un ídolo para ‘teenagers’ si su discográfica hubiera seguido otra estrategia. Sin embargo, que su elección estuviera bajo la sombra del tongo y su gallo, le hundieron cual Titanic.
Éxitos en Eurovisión
Casos de éxito ha habido muchos. Raphael, Julio Iglesias, Karina, la injustamente olvidada Anabel Conde, Sergio Dalma, Nina, Mocedades… Todos tenían un denominador común: son grandes artistas. Además de competir con canciones con fuste. No con subproductos esclavos de modas pasajeras. Todos, además, han tenido carreras sólidas. Incluso Rosa López, a quien muchos se empeñan en defenestrar. Eurovisión no sirvió sino para darles una mayor dimensión.
Sin ilusión por ir a Eurovisión
Este año se rezuma una particular desidia. A la espera de ver las canciones terminadas y las puestas en escena, mis expectativas son nulas. El pasado, que se habían tomado medio en serio lo de Alfred García y Amaia Romero, quedamos fatal. No por culpa de ellos, sino porque no se les arropó adecuadamente.
O, para no andarnos con rodeos, las cartas sobre la mesa: porque no era esa la canción que tenía que haber competido. Las idóneas eran ‘Lo malo’ de Aitana Ocaña y Ana Guerra, o ‘Al cantar’, la delicada composición de Rozalén para Amaia. Se desestimó porque se aplicaron los códigos de un ‘reality’ (su relación sentimental) a un concurso de canciones. Así nos fue…
Grandes artistas españoles
Salvo Pastora Soler y Ruth Lorenzo, que quedaron en décima posición, nuestra participación en los últimos años ha sido poco más que testimonial. Me pregunto que si en nuestro país surgen artistas como Pablo Alborán, Pablo López, Manuel Carrasco, Vanesa Martín, Rosalía o la misma Rozalén, no enviamos a alguien con una canción digna de ser recordada. Pues no hay forma…
Los compositores de El sueño de Morfeo
María Villar con un electro-latino que suena a viejo es la favorita para viajar a Israel. Sin embargo, la exconcursante de ‘Operación Triunfo’ no parece entusiasmada. Y la entiendo, porque es ella quien tiene que defender la canción. No los compositores, que bien se la podían haber quedado ellos y cantarla con la que fuera su compañera de El sueño de Morfeo, Raquel del Rosario, con la que perpetraron una mediocre actuación en el mismo certamen.
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Recomiendo a los eurofans que se lo tomen con calma. Tal vez una buena idea sería adoptar como propio a otros países como Italia, Francia o Suecia, que siempre mandan propuestas competentes, ganen o no. O asumir que somos unos perdedores congénitos. No se me ocurre otra explicación cuando, año tras año, surgen las mismas polémicas e idénticos berrinches.